Nos reconocemos de clase media y mestizas. Nos inspiramos en un texto de la mujer de bajo pueblo, pero en ningún caso queremos suplantarla. Ni sobre, ni bajo el escenario. Nuestra profesión de artistas, nuestros parámetros estéticos, nuestra forma de hablar, y nuestra corporalidad nos delataría de inmediato. Y en el escenario no es posible mentir.
Somos herederas de esa clase “huacha” de la que habla Salazar. Sin derechos ni deberes. Ni alta, ni baja, ni indígena, ni esclava, sin pasado, ni futuro.
Rendimos tributo a todas las verdaderas mujERES de bajo pueblo, y también a aquellas aristócratas que fueron las primeras chilenas que lograron liberarse, precisamente afirmadas en la plataforma que le otorgaban sus sirvientas de clase baja. Aún sucede algo parecido.
Rendimos tributo a esas mujERES, y nos (re)construimos históricamente a partir de ambas: ricas y pobres. Porque de la mujer de clase alta se ha escrito mucho, de la mujer popular aún no lo suficiente, y de nosotras, las de clase media, prácticamente nada.