¿Cómo bailar nuestra historia si no la conocemos?.
¿Como presentar al público nuestra historia, si observamos que los referentes, los arquetipos, no están socializados?.
La danza es simbólica. La danza recurre a las memorias del espectador. ¿Y si no hay símbolos?. ¿Y si no hay memoria?.
No nos quedó otra que usar textos. Escritos y hablados. Por una parte para superar ese ahogo del cual sufren los bailarines y bailarinas; y por otra para sobrepasar la danzarina convención del no decir hablado.
Sin símbolos, sin memoria, sólo nos quedaba el argumento textual, y para ello transformarnos en danzactrices. Y sin saberlo de antemano, fuimos “antiguas”, inconscientes herederas de una tradición ancestral, cuando los tipos de arte aún no estaban divididos, especializados. Donde la premisa es la comunicación estética. Y política.
Y nuestra danza se convirtió en un acto político. Pero no porque deseáramos revoluciones, motines, o tuviésemos un exacerbado afán educativo. Simplemente porque deseábamos coreografiar y bailar nuestra historia. Pero antes de ello tenemos que escribir nuestra historia. Y socializar sus referentes. Sólo en ese momento podremos bailarla libremente, evidenciando otras sutilezas, otras emocionalidades, que sabemos son imposibles de conseguir desde lo escrito y lo hablado.
En efecto, desde el punto de vista de la coreógrafa, las secciones más importantes de la obra mujERES no se explican con palabras. Simplemente se bailan, anclando su sutil significancia y emotividad en lo previamente construido desde la palabra hablada.