Este es un Proyecto que une dos instancias: la obra de Danza-Teatro «mujERES Fuerza vital» y su metamorfosis al Docu-Danza-teatro «COHVID-M20. (Construyendo historia viva danzada. mujERES 2020)», en formato distribuible en redes sociales.
El Proyecto mujERES Fuerza Vital surge el 2017, durante el proceso de investigación la obra de Danza-Teatro: «La Chimba: Territorio/Cuerpos/Historias» (2016), cuando buscando material sobre nuestra historia mestiza y de clases bajas y medias, nos encontramos con el texto «La Mujer de bajo pueblo en Chile: Bosquejo Histórico», escrito por Gabriel Salazar, historiador chileno, Premio Nacional de Historia 2006.
Dicho texto es la transcripción de unas charlas de difusión que en 1991 y 1992 el Profesor Salazar realizó para talleres de mujERES del CIDE y del GIA. De inmediato visualizamos al texto como guión, quizás porque con un lenguaje coloquial describe a arquetipos de mujERES chilenas en su trayecto histórico desde la colonia hasta 1992.
Para nosotres, el texto de Salazar inspiró la emergencia de la Mujer Originaria (?- 1840?), Campesina feliz (1700-1850), Chinganera (1810-1839), Aristócrata (1830-1872), Costurera/Asalariada (1860-1925), Madre de familia (1925-actualidad), la joven universitaria (1960-1968), la adolescente actual (2018-2023), y la Madre de todas (atemporal). Para la Obra, todas las mujERES nacieron en los períodos temporales mencionados, pero con el transcurrir de los años tomaron vida propia y comenzaron a transitar entre épocas y también se entremezclaron entre ellas.
Destacamos que el proyecto no surge con un afán de feminismo militante, sino como se mencionó, germina por la simple casualidad del encontrar un texto inspirador. Fiel a ello, el proceso creativo se organizó bajo la luz de galletitas, tecitos, mate, y risas, y lágrimas, y discusiones reposadas, fermentadas, y horneadas a partir del comprender y compartir las propias vivencias cotidianas; sobretodo aquellas que se pueden considerar como mínimas en acción corporal, pero enormemente significativas a nivel emocional. Y es más, pues en el 2017-2018, ninguna de nosotras se declaraba feminista, y en la actualidad reconocemos no concordar con alguna postura feminista en específico, sino con algunas piezas y engranajes con las cuales armamos nuestras propias quimeras y objetivos de disputa.
En consecuencia, ante nosotras tuvimos delantales, mantelitos, y con ello el olor de nuestras abuelas; además de dedales, tijeras de la familia, máquinas de coser, telas, cartas, vestimentas, ollas, peinetas, y por sobre todo recuerdos. Y de pronto así, sin panificación previa, sino como mera consecuencia de formar parte de un conjunto mayor que nos antecede a la vez que nos constituye en el día a día; nos vimos primero sumergidas y luego navegando al interior de un proceso que desbordaba a la sociedad chilena, llevando las problemáticas personales y privadas hacia las calles.
En efecto, según sus organizadoras, el 8M-2019 reunió a 300.000 personas en Santiago y unas 800.000 a nivel nacional; luego vino la revuelta popular del 18 -10-2019 donde Chile se alzó en contra del modelo neoliberal, y de la mano de ese alzamiento, el 8M-2020 fue un hito cúlmine pues 2.000.000 de personas, mayoritariamente mujERES, se congregaron en Plaza Italia, (que ya era denominada como Plaza Dignidad), bajo lemas como «Históricas», «Nunca más sin Nosotras», y «Hasta que la dignidad se haga costumbre».
Y vino la Pandemia.
Y entre el 18 de marzo del 2020 hasta el 30 de septiembre del 2022, Chile estuvo bajo restricciones de movilidad y cuarentenas, con uno de los confinamientos de mayor duración a nivel mundial, respecto del cual surgía la duda si eran medidas sanitarias o de control social; o ambas.
La pandemia fue feroz.
Dejó a la vista como el exitoso modelo neoliberal chileno estaba sostenido sobre los peores índices de salud mental de latinoamérica y el mundo.
Unas se replegaron en la familia y otras se parapetaron junto al fuego de las ollas comunes, pero ninguna de nosotras quedó inmune al virus de la desintegración de nuestro quehacer danzario. Se cerraron las salas de clases, se clausuraron los teatros, y se abrieron las sesiones de Zoom; donde debíamos danzar encerradas en virtuales cuadrados, y lo que es peor, sin poder olernos, tocarnos, o mirarnos directamente.
Algunas pudieron seguir danzando, otras no; pero para todas la vida cambió. Y el Proyecto «mujERES: Fuerza Vital» se transformó en «COHVID-M20. (Construyendo historia viva danzada. mujERES 2020)».
Y aquí estamos.
Fue difícil, nos demoramos, pero
Sobrevivimos.
Así el Proyecto se gestó en Pandemia y a mediados del 2020 obtuvimos el financiamiento del Fondart Nacional denominado «de Emergencia», pues estaba orientado a ayudar económicamente a los artistas para hacer frente a la crisis.
Pero lamentablemente la crisis no fue sólo económica, sino en todos los ámbitos de la sociedad, y cada integrante del equipo de trabajo vivió sucesos impensados. No vamos a entrar en un ranking de penurias y dolores. Simplemente no se estaba en condiciones de «crear», sino de «sobrevivir».
En consecuencia, los microdocumentales fueron gestados en Pandemia, y cuando se levantaron las restricciones de aforo y movilidad, «salimos al mundo», a grabar en la región metropolitana en las comunas de Recoleta y Peñaflor, y en regiones (localidad de Varillar, en el Valle del Elqui en la Región de Coquimbo), en Hualpén, Región del Biobío).
Si quieres conocer especificidades del proceso creativo, escribe a Mónica Pinto